Como Manager o Directivo, ¿Pones presión en tus colaboradores? ¿Sirve para algo la presión? La presión que podemos tener para hacer las cosas, conseguir retos que nos hemos planteado, ganar competiciones, concursos, carreras, aprender, mejorar… nos alimenta física y mentalmente, nos genera adrenalina, nos da energía.
Esta presión es para hacer cosas que tienen sentido para nosotros, por las que tenemos respeto... Esta presión nos permite estar presentes, concentrados, conectados, vivos, para sobrepasarnos, para ir a por más. Esta presión es sana...
Una presión sana generada por nuestra motivación, nuestra ambición, nuestra pasión.
Esta presión es más que positiva. Es constructiva. Es renovadora. Es vital.
Pero ¿que puede pasar si la presión viene de fuera, nos es impuesta?
¿Qué pasa con la presión que se nos echa encima con objetivos o desafíos poco realistas, confusos, en entornos políticos, superficiales, de poca confianza, quizás engañosos…?
Esta presión es más negativa.
¿Nos pone en movimiento? Sí, quizás...por coacción, por obligación, por miedo.
En este caso uno tiene que soportar la presión, vivir con ella, sufrir y padecer de ella… Le genera inseguridad, angustia.
Esta presión puede ser retorcida, mezquina, puede ser enfermiza, maligna, paralizante...
¿Hay que poner presión?
Y si hay que ponerla, ¿Cómo hacerlo?
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