¡Qué acertado este hablar “estás com’ una moto”!
¡Qué perfecta es esta metáfora sobre la manera en que vivimos!
Estamos como una moto, lanzados a toda velocidad, ébrios y agobiados por ella, resistiendo al viento, tensos, sin tiempo para mirar donde estamos y quienes somos.
El ruido del motor son los ruidos del exterior pero también los del interior. Nuestros pensamientos, razonamientos, nuestras reflexiones, opiniones, justificaciones. Sobre todo nuestras justicaciones. ¡Lo justificamos todo!
¡Qué perfecta es esta metáfora sobre la manera en que vivimos!
Estamos como una moto, lanzados a toda velocidad, ébrios y agobiados por ella, resistiendo al viento, tensos, sin tiempo para mirar donde estamos y quienes somos.
El ruido del motor son los ruidos del exterior pero también los del interior. Nuestros pensamientos, razonamientos, nuestras reflexiones, opiniones, justificaciones. Sobre todo nuestras justicaciones. ¡Lo justificamos todo!
Cuando decidimos o conseguimos parar la moto, cuando nos bajamos y tratamos tomar tiempo para nosotros, relajarnos en silencio, ¡qué raro nos puede resultar el silencio!
Entonces vienen nuevas sensaciones. Como las de estar vivo, aquí y ahora. Como las de conectar con lo que nos rodea, con quien somos. Respiramos. Disfrutamos. ¡Qué bueno!
Lo extraño es que al cabo de un tiempo, se vuelve más difícil vivir en este estado. Rápido se nos entran las ganas de volver al movimiento, a la agitación.
En general se anima nuestra vocecita interior. Nuestro crítico interior, el que a menudo nos frena, nos paraliza, nos dice que mejor no cambiar. Este pequeño terrorista interior nos pregunta qué estamos haciendo, nos culpabiliza de no estar en acción, nos genera inseguridad por estar en una situación nueva y pasiva.
Nos dice que todo va bien, que en la moto estamos bien.
Es verdad. ¡Nos va muy bien esta moto!
Y volvemos a ponernos como una moto.
Esta metáfora me hace pensar en como en la vida nos podemos poner en piloto automático, en como es importante relajarse, desconectar de lo de fuera y conectar consigo mismo.
Para que no seamos siempre pendientes del entorno, de los demás, de las circunstancias y que decidamos por nosotros lo que sí somos, aceptamos y queremos y lo que no.
¡Tómate el tiempo para bajarte de la moto!
Entonces vienen nuevas sensaciones. Como las de estar vivo, aquí y ahora. Como las de conectar con lo que nos rodea, con quien somos. Respiramos. Disfrutamos. ¡Qué bueno!
Lo extraño es que al cabo de un tiempo, se vuelve más difícil vivir en este estado. Rápido se nos entran las ganas de volver al movimiento, a la agitación.
En general se anima nuestra vocecita interior. Nuestro crítico interior, el que a menudo nos frena, nos paraliza, nos dice que mejor no cambiar. Este pequeño terrorista interior nos pregunta qué estamos haciendo, nos culpabiliza de no estar en acción, nos genera inseguridad por estar en una situación nueva y pasiva.
Nos dice que todo va bien, que en la moto estamos bien.
Es verdad. ¡Nos va muy bien esta moto!
Y volvemos a ponernos como una moto.
Esta metáfora me hace pensar en como en la vida nos podemos poner en piloto automático, en como es importante relajarse, desconectar de lo de fuera y conectar consigo mismo.
Para que no seamos siempre pendientes del entorno, de los demás, de las circunstancias y que decidamos por nosotros lo que sí somos, aceptamos y queremos y lo que no.
¡Tómate el tiempo para bajarte de la moto!
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