Un colaborador, socio o partícipe se ha mostrado poco entusiasta, poco animado, poco dinámico durante unas reuniones. No ha respondido a tus esquemas o expectativas en un momento dado, se ha quedado escéptico con una iniciativa que quieres lanzar...
Desde entonces le has puesto una etiqueta... lo encuentras pasivo, poco comprometido, …. te parece que le falta entusiasmo, le falta energía, algo no va....
Intentas ponerle las pilas, subirle el listón, subir la presión, comunicarle tus expectativas...
Y no funciona... A la etiqueta que le habías puesto al principio le estás añadiendo otras nuevas... Lo ves poco reactivo, poco ágil, poco profesional...
¿ Y tu? en esta relación ¿Hay algo que has fallado?
¿Cómo las etiquetas que pusiste han influenciado tu actitud?
¿Seguro que has tratado entender lo que estaba pasando?
¿ Sabes donde está tu colaborador? ¿Quieres saberlo?
Si lo piensas bien, lo que le está pasando ¿seguro que es realmente tal y como lo definen las etiquetas que le pegaste en la frente? ¿Estás seguro de ello?
Y si quitaras de en medio estas etiquetas
¿Qué podría salir de vuestra comunicación, de vuestros intercambios?
¿Cómo podría salir vuestra conversación?
Estas etiquetas limitan el otro, te limitan a ti, limitan vuestras posibilidades, vuestro potencial.
¿Quieres apartar estas etiquetas de tu mente?
¿Te atreves a intentarlo?
¿Qué opinas?
pienso que es como la venta, el primer minuto, el primer contacto, la primera impresión es la que cuenta. Y generalmente no te equivocas...
ResponderEliminarNo creo que ese sea el enfoque de al articulo, en todo caso te invita a una reflexión donde si desde el primer contacto con un cliente no logras la venta el problema es el vendedor que lo "etiquetó" y que fue incapaz de venderle....
ResponderEliminarLas etiquetas que tenemos o ponemos nos abruman la mirada, nos deforman nuestras percepciones...
ResponderEliminarCon ellas en medio, nos somos capaces de totalmente estar a la escucha, abiertos, flexibles y presentes.
Gracias Jordi y Jorge por vuestros comentarios