La diferencia entre una buena calidad de servicio y un servicio excelente es mínima a nivel operativo pero es enorme a nivel de la experiencia vivida por el cliente.
Está en la atención, en el cuidado, en el no dicho, en el no verbal.
Está en un equilibrio, en hacer lo adecuado sin pasarse.
Está en la discreción, la conexión, la intimidad, el respeto. No desborda. No sobreactua, no es exuberante. Es un servicio adecuado, adaptado, ajustado, personalizado, customizado.
Está en ser disponible, abierto, en proponer. Está en dejar el cliente decidir a su aire, a su ritmo, a su manera.
No está en imponer, en invadir. Está en dejar y respetar el espacio, la distancia, el tiempo que desea el cliente...
Un servicio excelente es un servicio a la escucha, flexible, a la carta, artesanal. No ha de ser de serie, automatizado o repetitivo.
La excelencia viene de dentro, viene de las personas. Sólo la pueden entregar personas presentes, motivadas, contentas de estar ahí, comprometidas y con valores.
La excelencia es pasión.
¿Cómo ves el nivel de servicio en tu empresa?
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¿Bueno o Excelente?
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